La Biblioteca Pública de la Casa de la Cultura en Cancún, invita a los niños de 6 a 13 años de edad para asistir al círculo de lectura el sábado 2 de junio a las 12 del día con la lectura "Sirga", de la autoría René Guillot e ilustraciones de Agnés Couderc.
Como es costumbre la bibliotecaria señora María Isabel Flota Medrano nos adelanta: "Ésta es la historia de Sirga, la pequeña leona, y del niño Ulé, nacidos el mismo día en África, en la región de Baule, el reino de los leones.
En la gran selva donde reinaba, la leona Uara trajo al mundo una leoncita. Era rubia y en sus ojos brillaba una luz intensa con el lucero de la mañana.
No lejos de ahí, en un pueblo llamado Porga, donde los hombres han sembrado y construido sus casas, el cazador Kuro y su esposa Tamani tuvieron un hijo.
Por su piel roja oscura con reflejos de cobre, lo llamaron Ulé. Se hicieron grandes fiestas para celabrar los dos nacimientos. En Porga, entre cantos y bailes, los hechiceros gritaron por los cuatro vientos el nombre de Ulé, el Rojo. El mismo día, en lo más profundo de la selva, los monos, las panteras, las serpientes y todos los animales fueron a rendirle honores a su futura soberana. En el gran cielo azul, los pájaros transmitían el nombre de la leoncita a todas las provincias de Baulé: Sirga… Sirga…
Una noche, mientras la tormenta rugía, Kuro oyó un quejido sordo que surgía cerca de la orilla del río. A pesar de la violenta lluvia que caía sobre la espesura, se lanzó entre los árboles y descubrió a Nioro, el señor león, fulminado por un rayo al borde del rio. Kuro lo levantó y lo empujó sobre las aguas para que se deslizara por la corriente.
Nioro ya no sería comido por los buitres. Tendría, a todo lo largo del rio, un bello cortejo de bosques y de pájaros. Kuro pensó que Uara, la leona, estaría esperando el regreso del león.
Entonces cazó un antílope y se lo ofreció a la leona para que ella y su hija tuvieran algo que comer. Uara aceptó el regalo. En los días que siguieron, Kuro cazó un antílope para ellas.
Desafortunadamente, la leche de la leona escaseaba y la pequeña Sirga comenzó a pasar hambre.
Cierto día, Tamani, la madre de Ulé, fue al bosque a juntar una provisión de hojas secas para hacer el fuego. Envolvió en su rebozo al pequeño Ulé y se lo puso en la espalda.
Sobre su cabeza, haciendo equilibrio, coloco al bebé sobre la hierba suave, junto a la calabaza.
Para protegerlo de las fieras peligrosas, Ulé contaba con un fiel guardián, Kru, la serpiente verde. Tamani podía partir tranquila.
Súbitamente, mientras vigilaba al bebé que dormía, la serpiente se irguió como una estaca. Frente a ella, la reina Uara gruñía con dulzura.
Su voz ronca, bien conocida por los animales de la selva, sonaba como un suave murmullo. Pedía un poco de leche para su hija. Sumisa, la serpiente se recostó lentamente y dejó que Siega se aproximara a la calabaza.
¿Les gustaría saber qué aventuras vivirán Ulé y Sirga?
Asistan este sábado a la Biblioteca Pública de la Casa de la Cultura en Cancún y compartan el círculo de lectura. La entrada es gratis.
Secretaría de Cultura/Casa de la Cultura de Cancún/Boletín de Prensa 2 de junio de 2012
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