La Biblioteca Pública de la Casa de la Cultura en Cancún, invita a los niños de 6 a 13 años de edad para asistir al círculo de lectura el sábado 9 de Junio a las 12 del día con la lectura "El amor de Policarpo", texto de Alberto Forcada e ilustraciones de Guadalupe Pacheco.
Como es costumbre la bibliotecaria señora María Isabel Flota Medrano nos adelanta: "Generalmente los murciélagos juegan a ser mafiosos, aprovechando que sus alas parecen gabardina; pero quién sabe por qué, Policarpo profería ser apache. Aullando, perseguía a las polillas por entre la bruma, y las cazaba con un flechazo de su lengua.
-¡Jerónimo! –gritaba volando como si cabalgara.
Los murciélagos se reían de que se pusiera una pluma en la cabeza.
-Quiere se pájaro -decían.
A él le importaba muy poco esas opiniones.
Le encantaba pintarse rayas de colores en el rostro y dormir con los brazos cruzados, como si fuera un gran jefe.
Soñaba con manadas de polillas pastando entre las nubes. A veces, ante el ruido de balazos, despertaba imaginando un ataque de caballería, para descubrir que sólo eran unos mafiosos sin sueño.
Cuando la caverna se volvía polvosa, Policarpo subía hacía un claro de luna y bailaba la danza de la lluvia.
-¡Ah-wuawuawua-ah-wua-wuawuawua! -gritaba.
Una madrugada, al regresar de sus andanzas y disponerse a dormir, los murciélagos de junto preguntaron:
-¿Qué te pasó, pollo? ¿Te desplumaron?
Policarpo se revisó la cabeza y descubrió que no tenía la pluma.
Como aún no amanecía, había tiempo para buscar otra entre los árboles cercanos. Salió volando.
Quiso el destino que en el primer y único nido donde se asó, estuviera dormida una perica llamada Rigoberta.
Tenía el pico amarillo y el plumaje verde.
Policarpo no se atrevió a tocarla. ¿Cómo le iba a arrancar una pluma?
¡Era tan hermosa!
Durante un rato largo la miró dormir, observando las arrugas de los párpados, la curvatura del pico, el plumón debajo de las alas.
De pronto cantó un gallo, la perica se movió y, asustado, Policarpo regresó lo más rápido que pudo a la caverna. Ya estaban dormidos los demás murciélagos.
A partir de entonces, dejó de escuchar al Llanero Solitario en los susurros del viento.
Ya no le interesó ser apache. Pasaba las noches espiando a la periquita, tratando de pensar qué debía hacer para conquistarla. No se atrevía a hablarle, ni siquiera a escribirle una carta, pues tenía mala ortografía.
Soy feo y muy mal educado –lamentaba.
No tengo elegancia. ¡Ella es tan distinguida! Al comer, ni se mancha ni una pluma y sabe recitar poemas en quién sabe cuantos idiomas, mientras yo ni siquiera puedo decir mi nombre sin dar un chillido.
En ocasiones, arriesgando su vida, salía de la caverna durante el día tan sólo para escucharla pronunciar la "u" francesa o para verla picotear un mango. Trató de imitarla. En vez de dormir se la pasaba diciendo:
-Uuuuuuuu, uuuuuuuu, uuuuuuuu.
-¡No es posible exclamaban los otros murciélagos-. ¡Este baboso no sólo quiere ser pájaro, quiere ser cotorra!".
¿Les gustaría saber que sucederá con Policarpo?
Vengan el sábado a la Biblioteca de la Casa de la Cultura de Cancún y compartan el círculo de la lectura. La entrada es gratis.
Secretaría de Cultura/Casa de la Cultura de Cancún/Boletín de Prensa junio 9 de 2012
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