La Biblioteca Pública de la Casa
de la Cultura en Cancún, invita a los niños para asistir a la Hora del Cuento
el jueves 29 de noviembre, a las 5 de la tarde con el cuento “El pizarrón
encantado”, de la autoría de Emilio Carballido e ilustraciones de María
Figueroa.
Como es costumbre la
bibliotecaria señora María Isabel Flota Medrano acompañada de la señora
Gerónima López Gómez nos adelanta: “Adrián
estaba de vacaciones y jugaba a la pelota con sus amigos en el callejón. A
veces hacían gol, a veces rompían las ventanas de los vecinos, así como ahora;
y se asomó a gritarles un profesor barbudo y Adrián llegó a su casa muy aprisa;
sin aire, porque subió cuatro pisos. –Ya llegué –gritó, como hacía siempre.
Nadie le contestó. Su mamá no vino de la cocina y de las otras piezas tampoco
vino nadie. Adrián prendió la luz, pues empezaba a oscurecer. En la mesa del
comedor encontró un papel que su mamá le había dejado:
Adrián:
Tu papá está enfermo y tengo que
irme con él enseguida. Por más que te
busqué, quién sabe dónde andabas. Hijito, pórtate bien. Te dejo cinco pesos
para que te vayas a casa de tu tío Austero. Le das la carta que aquí verás.
Hijo, pórtate deberás bien, lávate los dientes y acuérdate de decir buenos
días. Muchos beso de mamá.
Adrián pensó dormir en la casa
sola y buscar a sus tíos al otro día, pero eso le pareció triste. Mejor apagó
las luces, tomó una maletita que le había preparado su mamá y cerró el
departamento con llave. La casa de los tíos era muy grande, con un zaguán muy
alto y un portón medio desvencijado.
Ya los tíos esperaban a Adrián
-Tu mamá nos habló antes de irse.
Pasa ¿Ya merendaste? Ven y siéntate con tu tío.
Vivían allí la tía cleopatra y el
tío, con sus tres hijos; también una tía muy anciana, doña Pompilia; vivían
allí, además, tres gatos amistosos: Pitirifas, Fadrique y Numa. Aceptaban a
veces jugar con Adrián y dormían con él por turnos, pues en la noche tenían
muchas obligaciones. Y sucedió así, y aquí viene ya lo más importante y digno
de contar: que los gatos jugaban al escondite con Adrián. Y bajaron corriendo
al sótano, cuya puerta estaba muy vieja pero con tremendo candado. Y se
escondieron dentro, pasando por un hoyo. Adrián
los espió entonces por la rendija…
¡De pronto se fue de boca! La
puerta se había abierto; él cayó dentro y el candado quedó colgando de una
armella, porque la otra se zafó. El sótano estaba lleno de cosas curiosísimas:
retratos y cuadros, un espejo muy empañado, un ángel manco y sin nariz, varios
baúles, sillas cojas, un ropero chueco…
Adrian vería todo con asombro y curiosidad. Abrió el
ropero; la puerta rechinó, como advertencia: adentro había bastantes frascos
raros y retorcidos, con líquidos de colores, algunos de ellos burbujeaban y…”.
¿Les gustaría saber que más
había?. Asistan este jueves y descúbranlo, mientras se divierten. La entrada es
gratis.
Secretaría de Cultura/Casa de la Cultura de Cancún/Boletín de Prensa 29 noviembre 2012
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